Bajo el sol que acaricia cada grano de arena, se percibe la complicidad entre la modelo y el entorno. Tras horas de búsqueda incesante, con bikini, sin bikini, con pañuelo, hundida en la arena, sentada, acostada, de pie, el fotógrafo por fin encontró la armonía perfecta en esta pose que combina delicadeza y fuerza. El suave color del bikini se funde con el dorado del paisaje, las extrañas marcas circulares en la arena provocadas por el viento, evocando un instante casi onírico, donde la serenidad se mezcla con la pasión de quien ha esperado el momento preciso para inmortalizar la belleza.
Mirada y postura desenfadada, transmiten una quietud íntima, como si la arena guardara un secreto compartido solo por ellos dos:
El de la perseverancia y el arte de capturar un suspiro eterno en una sola imagen (la primera de la larga sesión).